domingo, 8 de mayo de 2016

Metallica, Estadio Vélez Sarsfield (sábado 8 de mayo de 1993)


El 8 de mayo no es una fecha más en mi vida: es el día que marcó mi debut en los recitales de Rock, veintitrés años atrás.

Para 1993 apenas tenía 13 años pero ya había escuchado un gran porcentaje de discos imprescindibles de la historia del Heavy Metal. AC/DC, Iron Maiden, Judas Priest, Hermética, Anthrax, Sepultura, Megadeth y Ozzy eran artistas que seguía y adoraba con pasión pero ninguna, con la salvedad de Guns N' Roses, alcanzaba el status que Metallica me generaba. Cuando para comienzos de aquel año se anunció la visita del cuarteto de California a Buenos Aires, comencé a insistir a mis padres para lograr el añorado ticket, que finalmente fue adquirido en un Musimundo por partida doble, ya que mi viejo, que no nunca fue rockero -aunque este fue su momento bisagra- ¡se copó y me acompañó! Los preparativos para el show fueron hermosos: terminé de completar mi discografía (en cassette) e incluso compré una remera hermosa, tal vez mi favorita entre todas las que actualmente tengo. Sobre la marcha, la fecha del sábado 8 de mayo se agotó, por lo que se agregó una función para el viernes 7, show que transmitió la Rock & Pop en vivo y en directo y que por supuesto escuché de principio a fin.

¿Qué decir sobre aquel 8 de mayo? Tantas cosas... Primero, que la ansiedad me ganó de mano y le pedí por favor a mi padre de estar en el estadio de Vélez a las 11 AM. Una locura total, pero bueno allá fuimos por Juan B. Justo, yo luciendo mi ropa favorita de aquel momento, mi remera nueva de 'Tallica y una campera bordó a la que le había pintado el logo de la H con tinta china. La fila para entrar al campo era inmensa y delante nuestro teníamos a unos fans que se habían venido desde Corrientes que en un toque le pidieron guita a mi viejo para comprar vino de cartón en el Carrefour de enfrente y cuando volvieron con los tetras en la mano lo primero que hicieron fue ofrecerle un sorbo. Hermoso.

Entrar al campo de juego fue un momento imborrable. No importaba más nada en el mundo, solo quería ir corriendo lo más rápido posible hacia el vallado y ver de cerca la batería de Lars Ulrich, que lucía hermosa, radiante, sobre una tarima. Pero claro, jamás iba a contar que de a poco el estadio fue llenándose de ávidos metaleros que inconstantemente hacían pogo con la música que sonaba por los parlantes, incluso levantando las telas que protegían el césped para revolear a aquellos atrevidos que se animaban a volar con sus mechas al aire. Ese desmadre generó que retrocediéramos sobre nuestros pasos, ubicándonos sobre una de las populares. A nuestra derecha se sentó un flaco con una remera blanca con una estampa de un tipo pelado, con tatuajes y cabeza rapada. El mismo pibe nos sugirió que nos acercáramos al campo, que viéramos el show ubicado al costado de la torre de sonido, así que le hicimos caso y para allá fuimos los tres, porque el pibe había ido solo y no tenía con quien conversar. De repente, una música sumamente veloz y machacosa atronó por los parlantes y la gente se transformó: el estadio entero se transformó en un desmadre. Le pregunté a nuestro nuevo amigo qué banda era ya que yo no tenía la más puta idea y se señaló su remera: era Pantera con "Fucking Hostile" y el tipo de su remera era Phil Anselmo. Esa fue las últimas palabras que nos cruzó el muchacho, ya que se entremezcló en el pogo y no volvimos a verlo. Imaginen la situación: mi viejo no sabía qué carajo hacer, me aferraba entre sus brazos pero el estadio ya estaba bastante colmado de gente y nos íbamos de un lado para el otro. Hasta que apareció una mano salvadora.

Ni bien terminaron los estruendosos acordes de Pantera, se nos acercaron dos tipos, uno de ellos hablaba en inglés y el otro traducía. El norteamericano se presentó como Jay Jay y dijo ser iluminador de Metallica. Prosiguió aclarando que Metallica siempre pregona la integridad de sus fans e hizo hincapié en que mi viejo y yo corríamos peligro si nos quedábamos en el campo, por lo que procedió a invitarnos a la torre de sonido/luces para que podamos disfrutar del show con comodidad. ¿Lo pueden creer? Ahí estábamos mi padre y yo, sentados en una ubicación preferencial, recibiendo constantemente botellas de Gatorade sacadas de una heladera que pertenecía al personal de Metallica, viendo como de a poco se iba llenando el estadio, conversando con el personal de Cruz Roja, que no paraba de atender ebrios que se habían pasado de rosca.

Con ese panorama, salió a tocar Horcas, técnicamente la primera banda que vi en vivo en mi vida. Tengo flashes del operador de sonido laburando y puteando constantemente, dejando en claro a propios y extraños que no estaba de acuerdo con el resultado de su trabajo. A mí poco me importaba, porque poco tiempo antes había conseguido "Oíd Mortales el Grito Sangrado" y el quinteto basó su presentación en ese material. A mi entender, Horcas jamás pudo replicar la fórmula lograda con aquella formación, donde además del entrañable Osvaldo Civile y Hugo Benítez destacaban Oscar Castro (un verdadero tapada) y el Ganzo, un batero de primer nivel internacional. Mientras Horcas se encontraba en la mitad del set, se acercó al mangrullo  el resto de la crew Metallica, entre ellos el sonidista, que nos quiso rajar a la mierda pero gracias nuevamente a la injerencia de Jay Jay (que dijo que éramos "invitados de Metallica") pudimos permanecer en nuestras cómodas sillas.

Tras una breve presentación del "Ruso" Verea, Metallica se apoderó del escenario y mi vida no volvería a ser la misma: todo lo que incluyó verlos en vivo fue una revelación. No olviden que para mayo de 1993 el grupo llevaba prácticamente dos años de gira presentando el "Black Album" pero sobre las tablas no mostraron ningún ápice de decaimiento (muy lejos de aquel "agotamiento físico y mental"). Lars se ubicaba en mi podio pero quien se ganó todo mi aprecio a base de huevos fue Jason Newsted, un tipo que aún al día de hoy no pudieron reemplazar con corrección.

Temas más, temas menos, el setlist fue el que pocos meses después vería la luz en el boxset "Live Shit", pero sin dudas que más allá del plano musical, esta experiencia marcó quien soy.

¡Y eso que no les confesé que todavía lamento no haber comprado el libro de la gira!

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